La Fundación Arte y Movimiento es una ONG, fundada en 1991, sociedad civil sin fines de lucro, se ocupa de incentivar la realización de actividades artísticas y culturales.
Función Transformadora del Arte
Con un amplio abanico de actividades y propuestas pedagógicas, la Fundación Arte y Movimiento celebra 20 años de vida. Lola Brikman, su fundadora, habló con Balletin Dance del largo camino recorrido y de cómo el arte nos ayuda a ser mejores personas
¿Cuál es su formación?
Soy licenciada en Artes del Movimiento, especializada en nuevas tendencias de la danza. De joven me formé en el Instituto de Arte del Colón y en la Escuela Nacional de Danza como profesora.
¿Cómo surge la idea de la Fundación?
En 1978, plena época del proceso, fundé la carrera de danza clásica. Porque, después de terminar mi formación profesional académica, veía falencias para la inclusión de la danza en la vida común. Fueron años en los que recibimos una formación muy sólida en la parte académica de la danza clásica propiamente dicha, pero por mi experiencia como bailarina y como docente entendía que hacía falta ampliar el campo de acción.
Es decir, faltaban elementos que los mismos contextos sociales estaban demandando. Entonces, me uní al grupo de estudio de Patricia Stokoe en el Collegium Músicum de Buenos Aires, donde se hicieron las primeras experiencias pedagógicas en forma ordenada. Participábamos Perla Jaritonsky, Haydee Dante, Mónica Penchansky, Regina Katz y Eliseo Rey, entre otros. Era el famoso grupo de los miércoles, en el que nos reuníamos constantemente a evaluar los estímulos adecuados para fomentar la presencia de la danza y del movimiento. Estos fueron un poco los orígenes desde la mirada pedagógica, porque la verdad es que el Collegium fue la primera institución que empezó a sistematizar y a pensar en una didáctica del movimiento aplicada a niños y a jóvenes, y no necesariamente para los escenarios.
En realidad, empecé los trámites ante el Ministerio de Educación con la idea de hacer expresión corporal, pero en la época del proceso estaba prohibida toda innovación. La carrera de danza clásica existía, pero yo agregué materias que tenían que ver con estos nuevos desarrollos. Hasta que con el advenimiento de la democracia decidí retomar la de expresión corporal. Especialmente, me interesaban las nuevas investigaciones y campos de aplicación escénica: agregar todo el camino que abría la semiótica del cuerpo. Así se generó la formación profesional en Expresión y Lenguaje Corporal, que es el primer término que tuvo la carrera. Y de ahí devinieron experiencias riquísimas en la pedagogía del movimiento corporal creativo.
Desde la Fundación marcan una relación entre el arte y la ciencia en los procesos de inclusión e integración social. ¿Cómo es y cómo se da esa relación?
El término inclusión da cuenta de la adaptación a una situación social y por otro lado, integración de la persona con sí misma en un grupo de pertenencia. Para mí, el arte tiene una función transformadora. Mantenemos un convenio con el gobierno de la ciudad desde el año 1986. Empezamos con proyectos de diversidad cultural y ahora nos estamos dedicando a personas con discapacidad. Hacemos espectáculos, dictamos talleres de intervención desde el arte del movimiento y también tenemos científicos que nos acompañan: una médica pediatra, una genetista y psicólogos. Hay muchas cosas que aporta la ciencia. Es decir, trabajando conjuntamente se puede ayudar a que el otro pueda vivir un poquito mejor. Pero ojo, porque digo que el arte puede ayudar, no solucionar.
¿Cuál es el rol de la danza en estos procesos?
La danza es una incógnita, es un misterio que provoca la maravilla de que el público se impacte. Pero también es una posibilidad de desarrollo social. En la Fundación desde hace varios años trabajamos con personas con problemas sensoriales, con problemas mentales y de la tercera edad entendiendo el arte del movimiento como la expresión personal “adecuada”. Lo adecuado significa que tiene que estar guiado por profesionales que saben que hay que cuidar la regulación del tono, la respiración, las articulaciones y que conocen qué elementos de la danza pueden contribuir a mejorar la calidad de vida. Porque la expresión corporal es una parte esencial de la vida, siempre el ser humano la usó como una válvula de expresión de sus deseos más profundos.
En la danza es el cuerpo todo que tiene su lenguaje puesto en movimiento. Ahí aparece la semiótica del lenguaje del movimiento corporal. Y el lenguaje tiene que ser claro, y el que está frente a un público tiene que estar preparado para lo que le significa a él ese dominio y al público recibir estas cuestiones.
En ese marco, hay personas con discapacidad que eligen entrenar y nosotros los incluimos. Ellos se entrenan y hacen el mismo ensayo que el resto de los bailarines. Pero hay que tener gusto y vocación por la danza. Y también hay que decidir formar parte de un grupo y querer compartir con un público, porque para enfrentar a un público son necesarias fortalezas construidas.
Si hacemos un mapeo de las actividades que realiza hoy la Fundación queda claro que todas comparten una misma impronta.
El trabajo de la Fundación es para nada asistencialista, porque la danza te enseña que el esfuerzo siempre da buen resultado. Por eso los jóvenes con discapacidad saben que tienen que cumplir como cualquiera. Tenemos mucha disciplina.
¿Qué balance hace de estos 20 años de trabajo?
Humanamente hablando es muy fuerte para todos nosotros. Nos sentimos muy realizados y estamos agradecidos por la posibilidad de llevarlo a cabo. Siempre faltan apoyos, pero sin el apoyo concreto del COPIDIS (Comisión para la Plena Participación e Inclusión de las Personas con Discapacidad) no lo lograríamos. Tuvimos experiencias con personas en sillas de ruedas, con ciegos y en un hogar que aloja a mujeres en situación de violencia. Los resultados son sumamente alentadores. La verdad es que no hay palabras. Y toda la compañía comparte que no solamente se pueden orientar vocaciones, sino también mostrar otro modo de relaciones, otro modo de estimulación adecuada, donde se estimule la escucha, el permiso a ver, a compartir y a descubrir la poética.
Este año, por ejemplo, organizamos el programa de arte y ciencia en la diversidad Arte y Movimiento para Todos y vamos gratuitamente a las escuelas primarias estatales de la Capital Federal. Tenemos hechas más funciones que el Teatro Colón y todo es a pulmón. Pero lo más conmovedor es la respuesta de los chicos, que no vuela una mosca desde que empieza hasta que termina la función. La obra se llama La Abuela Manuela Visita el Mundo de la Danza y de la Música, con canciones de María Elena Walsh, y partituras de Chopin, de Boccherini y dos violinistas. El hilo conductor es una abuela tierna que se comunica con sus nietos y uno pensaría que en pobladores con tanta sobre-estimulación… pero es increíble el interés que despierta, el silencio. Es decir, en un contexto de sobre-estimulación esto marca una posibilidad que puede abrir nuevos desarrollos.
El lugar que ocupa la educación artística es una responsabilidad ciudadana, de todos nosotros. El arte y la creatividad pueden ser estimulados o anulados. Si le acercás a un chico una posibilidad de contacto con el hecho estético, cuerpo a cuerpo, podés abrir nuevos horizontes.
Al término de cada función les dejo un espacio a los chicos para que pregunten; en la función de ayer un nene de cuatro años dijo: “¿Cuándo van a volver?” Cosas de esa índole son absolutamente conmovedoras.
Por Mariana Fernández Camacho
Entrevista publicada en el Bulletin Dance
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